Viendo estos parajes de la
sierra, no puedo dejar de recordar el dato empírico del manejo sobre recursos
colectivos de Elinor Ostrom, los free riders, la asignación de propiedad privada
o la centralización estatal en las
tierras comunales. Lo que sí sé es que la tragedia de los comunes no somete a
toda la femonología en el manejo de bienes comunes.
Estas parcelaciones de tierras en
la comunidades campesinas obedecen a rigores económicos de maximización de los
comuneros en el uso de las tierras comunales, con ella se prevén de una
presunta deficitariedad en las cosechas, de manera que la suerte de un cultivo
no sea la del otro cultivo. Es, en puridad, una estrategia de supervivencia. Ya
lo dijeron González de Olarte y Mayer, si bien la propiedad corre por un
sendero de la liberalización (a veces), la
agricultura y las aguas siempre serán comunales.
¿Quién conoce las comunidades
campesinas y el manejo de tierras comunales? Lo supo Arguedas y se representó en
su tesis intitulada, Las Comunidades de España y de Perú (1968), Mayer,
Gonzales de Olarte, Diez Hurtado. Mucho se ha escrito del corte liberal de la
propiedad y que este régimen es el más económicamente eficiente. Ostrom,
ganadora de un Nobel en Economía puso en entredicho la privatización y la estatización
de las tierras como únicos sistemas en el manejo de recursos naturales o
comunes.
Una mesoeconomía, una mixtificación
entre público y privado, así han definido algunos a la comunidad campesina;
ineficiente, manejo irracional, sobrepastoreo, son ideas que teje el maistream económico
contra la ejidos en México. Las huertas de Valencia en España, fueron un ejemplo
del manejo eficiente de un recurso común, como el agua.
¿Quién acá sabe qué es el
ayapacuy? Acaso no es un mecanismo de solidaridad entre comuneros. Para ponerlo
en términos de los analistas económicos, no es sino un seguro informal contra
la sequía de los cultivos, un significante de aversión al riesgo. Dicho esto, emerge la imagen del poblador andino, el campesino
maximizador y económicamente racional. Y esto lo ha hecho
antes que Adam Smith o Calabresi y todo el séquito de limeños escribieran sobre ello.
Un verso de Vallejo reza: ¡Sierra
de mi Perú, Perú del mundo, y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!