jueves, 24 de abril de 2014

Solo los bravos llegan con un parche de soldimix en el radiador























Viendo estos parajes de la sierra, no puedo dejar de recordar el dato empírico del manejo sobre recursos colectivos de Elinor Ostrom, los free riders, la asignación de propiedad privada o la centralización  estatal en las tierras comunales. Lo que sí sé es que la tragedia de los comunes no somete a toda la femonología en el manejo de bienes comunes.

Estas parcelaciones de tierras en la comunidades campesinas obedecen a rigores económicos de maximización de los comuneros en el uso de las tierras comunales, con ella se prevén de una presunta deficitariedad en las cosechas, de manera que la suerte de un cultivo no sea la del otro cultivo. Es, en puridad, una estrategia de supervivencia. Ya lo dijeron González de Olarte y Mayer, si bien la propiedad corre por un sendero de la liberalización (a veces), la  agricultura y las aguas siempre serán comunales.  

¿Quién conoce las comunidades campesinas y el manejo de tierras comunales? Lo supo Arguedas y se representó en su tesis intitulada, Las Comunidades de España y de Perú (1968), Mayer, Gonzales de Olarte, Diez Hurtado. Mucho se ha escrito del corte liberal de la propiedad y que este régimen es el más económicamente eficiente. Ostrom, ganadora de un Nobel en Economía puso en entredicho la privatización y la estatización de las tierras como únicos sistemas en el manejo de recursos naturales o comunes.

Una mesoeconomía, una mixtificación entre público y privado, así han definido algunos a la comunidad campesina; ineficiente, manejo irracional, sobrepastoreo, son ideas que teje el maistream económico contra la ejidos en México. Las huertas de Valencia en España, fueron un ejemplo del manejo eficiente de un recurso común, como el agua.

¿Quién acá sabe qué es el ayapacuy? Acaso no es un mecanismo de solidaridad entre comuneros. Para ponerlo en términos de los analistas económicos, no es sino un seguro informal contra la sequía de los cultivos, un significante de aversión al riesgo.  Dicho esto, emerge la imagen del poblador andino, el campesino maximizador y económicamente racional. Y esto lo ha hecho antes que Adam Smith o Calabresi y todo el séquito de limeños escribieran sobre ello.


Un verso de Vallejo reza: ¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!