Escribir de Soundgarden (SND) a mis treinta a cuestas resulta
a cierto modo inocuo y extemporáneo, pero vale ahora la oportunidad pues este veintisiete
de marzo se presentará por primera vez en Sudamérica, y Lima es la primera
fecha de la agenda de conciertos que involucran plazas como Chile, Brasil y
Argentina.
Espero no ser extenso respecto a lo que es esta banda gringa,
para eso hay de sobra información en internet y la madre docta wikipedia podría
absolver medianamente dudas de ello. Más bien escribiré lo concerniente a la
relación que tengo con SND, desde la primera vez que los escuché y cómo se ha
desarrollado este nexo a lo largo de mi vida.
Mi afición por SND, no
podría dejar de recordarlo, se inicia allá por el año 92, mi pata Morfo el más jalón
del barrio trajo un casete negro de una de sus excursiones a las galerías
Brasil, a todo ello tenía probablemente 11 años. Recuerdo que una tarde puso a
tocar el casete en el jardín de su casa, claramente era un domingo en el que
todos los drogadictos del barrio se recuperaban del sábado, o estaban en el
rigor del bad trip. Lo puso, asumo, conociendo que era algo nuevo que nosotros
los chibolos no habíamos escuchado (ni él ciertamente pienso) o quizá solo lo
puso para aplacar nuestras miradas que delataban su precariedad alcohólica.
Si me preguntan ahora que estoy tío, qué sé de SND, diría que
menos que antes, yo solo recuerdo que la primera canción que escuché fue Mind Riot,
un corte del mejor disco para mí de ellos, el pesado y lisérgico Badmotorfinger,
la canción me asaltó en interés en una, era raraza, drogadicta, increíble. En mi
ignorancia del inglés conjeturé que sus letras debían ser enfermazas y no me equivoqué. Recuerdo haberme
tirado un pedo mientras la escuchaba. Sonaba alucinante y descubridora, me
hacía temblar en esa suerte de euforia y vergüenza que resulta cuando escuchas
una canción que te caga.
Le pregunté a Morfo qué banda era, él me mostró la portada del
disco, ese fue el inicio, el pórtico del espiral erótico que aun sostengo con SND.
Morfo ahora ha muerto y donde queden sus miasmas, hago venia por él y por lo
que ahora creo yo, claramente es mi vida musical.
El acercamiento a SND fue paulatino, diría yo misio, primero
el Badmotorfinger, después el Motorvision, un registro en VHS de un concierto
allá por 1991 , bueno pues, solo copias en casete y sin conocer el listado
oficial de canciones, luego vinieron los conciertos también en casetes, en vhs
que eran los más rarazos, el concierto en pink pop del 92, el increíble
concierto en Dusseldorf, las copias piratas de bootlegs que me costaban robar cada
semana veinte lucas a mi vieja para cómpramelos y escucharlos en mi toca casetes Philips.
Ya a mis 14 años me volví mas pro en la búsqueda de información
sobre SND, conocía ya los nombres de los integrantes, discos, conciertos,
letras de canciones. Revistas como Kerrang!, Metalhammer y hasta la cagada de
Bravo me ayudaron a obtener información de SND, poco a poco sabía que Cornell era
el vocalista, drogadicto y alcohólico en ese entonces, Thayil en la guitarra era
un hijo de inmigrantes indios, Cameron el carismático batero y Shepard, este
último fue de siempre para mí una incógnita, presumí que arrastraba alguna adicción
que luego los años y las noticias confirmaron.
El interés por SND me llevo a escuchar algunos grupos de los finales
de 80s e inicios de los 90s de la escena metal con deudas con Black Sabbath, principalmente
doom metal y stonner rock, por ahí se coló Faith No More que giraba con SND a
finales de los 80s aunque eso ahora suene extravagante. Pero nunca perdí de
vista a SND. Y es que SND vino de tocar en sus inicios en tabernas y bares
metal. Algo que muchos pelotuditos del grunge ahora desconocen. SND fue en
principio conocido en la escena metalera, por ello no extraña si uno ve algún
video de conciertos de finales de los 80s, no sé, de Metallica o Iron Maiden,
compadres metaleros con polos de SND pogeando en los conciertos. La verdad sea
dicha.
Ese mismo año, esto es 1994, lanzan su placa más conocida hasta ahora, el Superunknow y SND dejó de ser –y para
siempre- el desconocido del mainstream, salían en MTV, concursaban con Slayer,
Megadeath, Metallica para la “best song metal” o algo por el estilo, sonaban en
la radio, los ponían en los tonos, ya tenía probablemente 16 años y mi afición por
SND crecía a la par con mi alcoholismo. Tenía el alcohol para crearme el
paraíso, mi mano derecha para ajetrearme cuando me estaba solo, SND para beber y
mi vieja para darme de comer al día siguiente; ¿se puede pedir más?
Fue recién cuando cumplí 20 años que tome razón y me volví un
enfermo de SND, empecé con los mP3 que bajaba gratis de internet, luego los videos
en vivo, los bootlegs colgados, pase a quemar casi 50 discos de conciertos de
SND en video y audio como buen groupie, me alcoholizaba y volvía a la casa y
seguir escuchándolos, me sentía feliz, era mi mascota escondida, mi alter ego,
lo que quise y no pude ser.
Terminando la universidad, empecé con los discos oficiales,
mi adicción a SND se profesionalizó, compraba discos ediciones limitadas,
singles, más singles, buscaba posters en los alrededores de Quilca y una que
otra huevada cometida (tengo dos discos del Badmotorfinger, del Superunkown, otros
tres del Down on the Upside y un largo etc.), abrace, no queriendo, un culto a
Cornell, idolatré su primer disco,
reproche los siguientes.
Al punto señores, este marzo toca en Lima SND y yo que ahora
les escribo ebrio, siento la misma alegría que tuve cuando le truequeba mi primer casete
de SND a Morfo por un falso, SND, la banda de toda mi vida llega a esta Lima consumista
que tanto quiero.
Poco importa que en el 2007 me haya ido con mil soles en bus a
Chile solo por ver a Cornell y Patton, importa poco menos aun que el boleto fedatario
de mi asistencia a ese concierto me lo hayan sido sustraído una madrugada en la
sala de mi casa cuando bebía con Daniel, poco importa que hace tres años haya
ido al mismo país nuevamente a ver a Cornell en un concierto desenchufado para
el Lollapalooza, ahí también vi por primera vez a otro de mis monstruos, los Alice
in Chains.
Ya no importa ello, pues este 27 de marzo, la bestia de toda mi vida llega a
Lima, !!es SND huevones!!
Si en algo puedo concluir, es que quizá parte de mi
existencia se la deba a ellos, al igual que mis mejores tardes cuando ebrio y descamisado me puse en el filo de una azotea escuchando
Mind Riot, ¿imprudente? Pamplinas, cuando tienes más alcohol en la sangre, que sangre misma, avísame para verte.
A SND le debo tantas tardes de tertulia por explicar que
ellos no fueron ni serán grunge ni huevadas, que ellos provienen de una escena doom metal y que se expandieron saqueando
probablemente sus raíces metaleras, aun recuerdo los afiches en los que se
presentaba junto a Saint Vitus, la increible banda de doom metal, recuerdo
también ahora mismo, una declaración de Jack Endino o algún otro gil de subpop,
diciendo que SND era el U2 de Seattle, o que en la canción Toy Box, SND sonaba como
Saint Vitus con el vocalista de Iron Maiden, en fin, mucha habladuría.
Ellos fueron los primeros en fichar por subpop, me jodió que
se separaran en el 97, sentí que una extensión mía, la más marginal y verdadera
se extinguía. Me asalta el recuerdo ahora de contar cuántas veces en mi cuarto, escuché
Nothing to Say, tratando con diccionario en mano de traducirla. Es cierto, lo mío
fue una militancia a lo absurdo. Y ahora que el pantalón 32 ya me quiere
abandonar, me cago de risa por todo lo que hice y he dejado de hacer.
Esta vida rara vez aporta gratitudes, pero está en singular
es una de ellas, SND llega en marzo a Lima y quisiera que mi pecho estalle, que
mi cuerpo consuma cosas tan interesantes que contuvo antes, quisiera sacarme el
polo y ver que aun tengo 17. Quisiera pogear, que me saquen por imbécil,
mecharme, llegar a la comisaria, volver a casa y escucharlos nuevamente, pero
no como ahora, que tengo dinero para salir a comprar alcohol, quisiera escucharlos
como cuando quise que el ron no se acabe en el parque, escucharlos por las
tardes vacías, por las fugas de la universidad, por las pensiones que nunca
pagué y me las chupé, por todo lo hermoso que es ser imprudente, hoy les
escribo -imaginariamente claro está-, desde aquel cuarto en el que narcotizado
y flaco, escuchaba Room a Thousand Years Wide, solo para decirles que si hay un
veterano del desorden, ese soy yo escuchando SND.
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